ALMACÉN DE BARRIO; Su constante lucha e identidad

La rápida expansión de las grandes cadenas de supermercados en nuestra región durante las últimas dos décadas ha puesto en riesgo la subsistencia de los tradicionales almacenes y bazares de los barrios y zonas residenciales. Los miles de locales de ayer, son solo cientos de hoy. La mayoría resiste con ganancias mermadas mientras que otros se han visto obligados a cerrar sus puertas, y solo unos pocos, los más valientes, se atreven a instalar nuevos establecimientos.

 

Por Rodrigo Donoso

Una imagen paradójica es la que se aprecia en la calle Carlos Pezoa Véliz en el sector centro sur de la ciudad. A un costado del supermercado Unimarc se encuentra el almacén “La torre”, un negocio pequeño pero que en su interior se encuentran un sinnúmero de productos muy comunes y necesarios en el hogar, además de un cartel gigante que hace referencia a la venta de empanadas horneadas. Eduardo Rojas, dueño del almacén, comenta que el día domingo las empanadas son las que más ganancias le traen, seguidas del pan y la mortadela para éste. Para don Eduardo, si bien el supermercado es su gran competidor, siempre ha estado al lado, por lo que nunca ha sentido un gran cambio. Sin embargo,” cuando hubo el reemplazo de empresa, de Korlaet a Unimarc, teniendo que estar cerrado un tiempo el supermercado, las ganancias fueron muy altas”, aclara el dueño del local.

Para Eduardo, es de gran ayuda este negocio familiar ya que logran costear la educación de sus dos hijos. Pero el almacén no siempre fue el único ingreso monetario, la familia de Rojas también se dedicaba a la venta de telas en el conocido centro comercial “Caracol” de la ciudad. El jefe de familia comenta que gracias a estas dos fuentes de ingreso podían tener una vida económica estable. “Primero partimos con el negocio de las telas, donde en un principio nos fue bastante bien y decidimos instalar este almacén, pero luego la situación cambió y tuvimos que cerrar el local en el Caracol y quedarnos con este”, dice don Eduardo. La lucha diaria contra este monstruo comercial se ha hecho cada vez más difícil considerando, incluso, que las ventas anuales de los supermercados va en aumento a medida que pasa el tiempo, según informes del Instituto Nacional de Estadísticas, INE.

OBLIGADOS A CERRAR

Cada vez más cadenas de supermercados invaden los barrios ofreciendo variedad de productos a buenos precios, obligando a la mayoría de los almacenes que se encuentran en los alrededores a cerrar por falta de clientes y presupuestos. Un claro ejemplo de esto es el negocio “Comercial Caracoles” ubicado en Homero Ávila. Rossana Jaime, administradora del local, cuenta sobre la historia de ese almacén, un negocio familiar que partió con sus abuelos, luego pasó a mano de sus padres y hoy sustenta a su marido y dos hijos. Pero no siempre fue así. “Hace dos años tuve que cerrar este negocio por culpa del supermercado, y puse en arriendo el local para una empresa que lo utilizaba como bodega. La gente ya no venia y empecé a perder mucha plata”, cuenta Rossana.

Estos pequeños comerciantes, hoy cuentan con el apoyo del gobierno gracias a una organización creada el año 2001 que vela por los intereses y la subsistencia del rubro, Club Almacén ha ayudado a cientos de almaceneros a salir adelante a pesar de la presencia de los grandes supermercados. Esta organización fundada por Carlos Raggio logró hacer que Rossana Jaime reabriera su almacén más renovado que antes, con variedad de productos y muy buenos precios, logrando así recuperar la mayoría de sus antiguos clientes. “Estoy demasiado feliz, sigo con el negocio familiar que con tanto esfuerzo mantuvieron mis antepasados” agrega Rossana.

CONTRAPARTE

Se tiende a pensar que uno de los objetivos de los supermercados que llegan a los barrios residenciales es competir con los tradicionales almacenes, intentando captar clientes con tentadoras ofertas, promociones y publicidad. Pero esto no es así, Gisella Sánchez, administradora del supermercado Unimarc, aclara que los negocios de barrio no son competencia para ellos, y demás no existe la intención de competir y menos lograr el cierre de estos pequeños del comercio. “Sería patético que un supermercado se compare con un almacén, no existe rivalidad, además a veces siento que ayudamos a estos almacenes a reponer sus productos”, comenta Sánchez.

El supermercado Unimarc instalado en la calle Carlos Pezoa Véliz ha obligado a cerrar al menos 5 almacenes que antes funcionaban en ese sector, las causas son comunes entre todos, falta de presupuesto por ausencia de clientes. Pero esto no es problema para el negocio “La torre”, Rojas pretende continuar con el local, pues aunque tenga a su competidor tan cerca, obtiene ganancias que para él son un gran aporte monetario. Mensualmente gasta alrededor de 400 mil pesos entre abarrotes, helados, bebidas, dulces y todos esos productos necesarios en el hogar. Comenta que su época más dura es el invierno. “Entre los mese de diciembre a marzo el almacén deja muchas utilidades”, agrega el comerciante. Esto es porque durante el verano la gente, y principalmente lo niños, frecuentan en masa el almacén en busca de productos para refrescarse o simplemente para darse un gusto dulce o salado. Rojas seguirá trabajando al lado del supermercado Unimarc que lo ha acompañado durante todo este tiempo.

ESTRATEGIA COMERCIAL

El secreto según los pequeños comerciantes para seguir en el rubro, es la estrategia de créditos. Muchos almacenes siguen en pie ya que continúan con la antigua tradición de fiar los productos a las personas. Esta práctica, junto con la de anotarse en una libreta para luego pagar a fin de mes, es la estrategia clave que logra captar y mantener clientes. Si comparamos con un supermercado, es la misma técnica ya que estos grandes del comercio poseen tarjetas de crédito que permite a los consumidores pagar sus compras a fin de mes o en cuotas con, y sin, interés.

Los vecinos del sector visitan diariamente el almacén de Rojas, “Don Eduardo, me puede anotar por favor un detergente”,”Casero, me quede sin cebollita para el almuerzo, me lo anota porfa’ ”,”Tío, dice mi mama si le puede mandar unos huevos pa’ tomar te y después se los paga”. Es la confianza que le otorga don Eduardo a los vecinos la que hace que estos vuelvan y se conviertan en clientes frecuentes. Juan Honores, vecino del sector y cliente del local, comenta que prefiere pagar 100 o 200 pesos más de diferencia en el almacén que comprar en el supermercado. “Es muy distinto ser atendido y de buena forma, a que tengas que atenderte por si mismo”, comenta el vecino al mismo tiempo en que compra unos sobres de sopa.

El almacén de Rossana, “Comercial Caracoles”, tiene una regla de oro que se ha seguido al pie de la letra generación tras generación. Esta es “No se fía ayer, hoy ni mañana”. A pesar de esto la comerciante dice no tener problemas con los clientes, comenta que estos comprenden y respetan las reglas de su local. Este almacén tiene distinta suerte al del Rojas, ya que no se encuentra en un sector plenamente residencial, está en plena avenida principal, a su costado existe un colegio y en frente un paradero de locomoción, por lo tanto son diferentes y muchos los clientes que frecuentan día a día haciendo imposible entablar una conexión de confianza con ellos. “Todos los días veo caras diferentes, incluso hubo un tiempo en que empecé a fiar, principalmente a los niños que salían del colegio y venían a comprar helados, pero jamás volvían y perdía la plata”, agrega Jaime.

Otra de las estrategias que han adoptado hoy los almacenes son: El surtido de productos y la novedad. Respecto al surtido, basta con entrar a los almacenes de hoy donde se pueden encontrar desde hamburguesas congeladas hasta cartulinas, pilas y pegamentos. La novedad que adquieren los negocios trata de simplificar la vida de los clientes, por ejemplo al momento de recargar dinero para el celular ya no es necesario comprar una tarjeta para luego rasparla e ingresar el código de esta, si no que basta con darle al comerciante el número de teléfono y el monto además, así, cada vez que un cliente necesita cargar dinero termina comprando un producto del local.

DIFERENCIA

La ventaja de comprar en un supermercado, además de los precios, es que la mayoría de los productos vienen en cantidades, por lo que no es necesario ir a comprar cada vez que se acaba algo en la casa. Pero no todos tienen la suerte de contar siempre con el dinero necesario para adquirir estos elementos, y es aquí donde entra en juego el principal rol del almacén. Los negocios venden sus productos de forma unitaria, los precios están acordes a la unidad del producto. Un paquete de papel higiénico cuesta alrededor de 1.800 pesos en el supermercado, pero el almacén vende el rollo de papel a 350 pesos aproximadamente, una gran ventaja para el pequeño comerciante y una ayuda para el cliente cuando no cuenta con los recursos necesarios.

Luz María Zúñiga es dueña de casa y vive frente al local “La torre”, comenta que su situación económica no es muy buena y le cuesta demasiado llegar a fin de mes. Su billetera no le alcanza para hacer compras mensuales y menos para darse lujos en un supermercado. Por esto, el almacén de don Eduardo es su fiel proveedor ya que no tiene que gastar mucho dinero comprando kilos de azúcar para el té, grandes cantidades de mantequilla o kilos de detergente para lavar la ropa, agrega que gracias a la confianza y buena voluntad de Rojas puede comer y tener en su hogar los insumos básicos que se necesitan. “Si el casero no me diera la oportunidad de anotarme en su libreta, no tendría qué comer a mitad del mes”, comenta la vecina.

EL ALAMACÉN CREA BARRIOS

Es muy común encontrarse con otros vecinos del sector al momento de entrar a un almacén, es ahí donde comienza a crearse la identidad de barrio. Todas las personas tienen la necesidad de comunicarse y dentro del local no es la excepción, se podría decir que el almacén es el punto de encuentro y sala de reunión donde se comentan todo lo que pasa en el barrio. “Vecina, ¿escuchó anoche la pelea de los nuevos de la casa amarilla?”, “Casero parece que al vecino Ortega le está yendo bien en el trabajo, anoche llegó en un auto nuevo súper lindo”. Estos son algunos de los comentarios que escucha a diario don Eduardo, dice que a su local siempre llegan las señoras y se quedan horas conversando y comentando todo lo que pasa a diario en el sector, a veces ni siquiera van a comprar si no que entran y esperan que llegue otra vecina para entablar una conversación.

Esta práctica no es reciente ni se creó en la ciudad, la historia de los almacenes remonta a la época de las salitreras, donde estos negocios se reemplazan por las pulperías. Mientras esposos trabajaban arduamente, las mujeres iban a comprar insumos para el hogar y a encontrarse con otras señoras para hablar, también el típico paseo dominical a la plaza tenía que estar acompañado por la visita a la pulpería para encontrarse con otras parejas y entablar largas conversaciones. Adriana Herrera Roberts, socióloga, explica que es necesario el almacén en un barrio, aparte porque aporta suministros para el hogar, socialmente es un factor indispensable que logra crear esta identidad de barrio. “Es en el local donde los vecinos se conocen y comparten sus vidas, donde aparece una red de amistades, se comprometen y se cuidan unos con otros”, agrega la socióloga.

Por lo tanto don Eduardo y la señora Rossana están fuertemente comprometidos con sus clientes frecuentes, aseguran que no están dispuestos a dejarse caer por la aparición de estos monstruos del comercio. Sus locales son muy necesarios según los vecinos, por lo que un supermercado jamás reemplazará la presencia de un almacén.

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